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Boletín Monetario y Financiero
Tercer Trimestre
2001
Publicado el 01 Dic 2001
Durante el tercer trimestre de 2001, se intensificaron las perspectivas de menor crecimiento a nivel mundial, particularmente por los indicios de una marcada desaceleración de la economía de Estados Unidos, la cual se profundizó a partir del atentado terrorista de principios de septiembre y la alta incertidumbre posterior. Si bien el contexto obligó a las autoridades monetarias de las principales economías monetarias a continuar flexibilizando sus políticas, la creciente percepción de riesgo terminó por restringir el acceso de las economías emergentes a los mercados
internacionales de capitales.
Al margen de los avatares de la economía global, la economía nacional se vio fuertemente condicionada por eventos adversos de origen doméstico. En efecto, los principales indicadores de la economía real continuaron reflejando la profundización de la recesión local, manteniendo la tendencia a mayor deflación y menor nivel de empleo. Pero la variable central resultó ser la agudización del problema de financiamiento a corto plazo del sector público nacional. Este obligó a establecer un plan de déficit fiscal nulo, aunque el logro de sus metas se vio condicionado por la merma en los ingresos corrientes del fisco. La fuerte incertidumbre reinante se reflejó en una importante disminución de los depósitos y una presión sobre las reservas, mientras que las cotizaciones y los volúmenes operados en el mercado de capitales mostraban una tendencia negativa.
Las variables monetarias mostraron una tendencia declinante con un punto de inflexión a fines de agosto, dando paso a una leve recuperación. La variable explicativa fundamental fueron los depósitos a plazo de menor tamaño: frente a la coyuntura adversa, inicialmente el público en general optó, no ya por dolarizar sus depósitos, si no por retirarlos del sistema. Se configuró entonces un escenario de iliquidez y altas tasas de interés que afectó negativamente las reservas internacionales del sistema y obligó a las entidades financieras a cancelar préstamos al sector privado. El Banco Central actuó flexibilizando su normativa de efectivo mínimo y requisitos de liquidez, además de otorgar préstamos y redescuentos. Se observó, entonces, cierta recuperación de los depósitos a partir de los últimos días de agosto y una mejora del respaldo de los pasivos monetarios durante septiembre.
El cambio forzado en el nivel de intermediación bancaria alteró el conjunto de indicadores de riesgo de la banca. La calidad de cartera mostró un cierto deterioro que, si bien fue generalizado, se concentró en los bancos de mayor envergadura. El aumento de los cargos por incobrabilidad, junto con la imposibilidad de ajustar los gastos administrativos en un contexto de abrupta desintermediación y las pérdidas por títulos públicos, llevaron a que la banca mostrase este trimestre, por primera vez en el año, una merma en su rentabilidad, si bien la caída resulta leve en la comparación interanual. Finalmente, dada la caída en el activo y el aumento del riesgo implícito en el mismo, a los que se suman cambios en la normativa respectiva, los diferentes indicadores de solvencia mostraron una evolución dispar con respecto al trimestre anterior, manteniéndose todos por encima de los requisitos mínimos locales y los estándares internacionales. En el caso particular de la banca privada, los indicadores de solvencia se mantuvieron estables o mostraron un leve avance.



